Bendiciones En Cristo


MI TAREA COMO PASTOR ES: DIRIGIR CON EL EJEMPLO, AMAR SIN MIEDO AL SACRIFICIO Y SERVIR DESINTERESADAMENTE...
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jueves, 29 de julio de 2010

Participando del mensaje de Cristo eficazmente



Hechos de los apóstoles, es un libro que refleja el patrón de conducta divino para la iglesia del Señor.

La iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad, es como alguien ha dicho: “no es una organización de funciones (como un grupo de ladrones) o de méritos (como un club social), o de habilidades (como un equipo de futbol)…la iglesia es una comunidad. Una comunidad tiene un principio constitutivo más profundo: no es orgánico. Su principio de unidad es personal. Se constituye para que los miembros compartan una vida en común (como un organismo)…Estos cristianos en Jerusalén no eran una mera sociedad; eran una comunidad, eran la iglesia, el cuerpo de Cristo”.

Hechos 2.42 refleja claramente cual debiera ser ese patrón de conducta a dirigirnos como cuerpo para desarrollar nuestra activa participación del mensaje de Jesucristo.

Comienza el texto con una declaratoria verdad “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles”. Esto muestra la primera de tres pautas a seguir:

1.- La Participación en la Palabra de Dios. En Mateo capítulo 28 Jesús está despidiendo ya a sus apóstoles, les ha declarado qué es lo que deben hacer a partir de ese momento, donde deben ir, qué deben predicar y qué deben enseñar (“todas las cosas que os he mandado”) como Cristo mismo dijera en su oración del Evangelio de Juan capítulo 17. (8) porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste. (14). Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Es así como la enseñanza apostólica en realidad es aquella dada por Jesucristo y no otra, que los discípulos recibieron de los apóstoles por expreso mandamiento del Señor. El Apóstol Pablo también entrega este detalle importante del mensaje de Cristo, al referirse a esta enseñanza como el fundamento apostólico y a Cristo como la principal piedra de esta enseñanza.(Efesios 2.19-20) seguimos la enseñanza y el ejemplo de los apóstoles con respecto al plan de salvación, y también con respecto al culto, la organización y obra de la iglesia. El apóstol Juan en su primera epístola (1 Jn. 4:6) es enfático en declarar la posición fundamental que como Apóstol tiene y cual debiera ser la actitud correcta frente a esa verdad. Pablo mismo como Apóstol se refiere a su testimonio de vida y la actitud correcta frente a ellos respecto de los demás (1 Cor. 4:16, 17; Fil. 4:9; 2 Tim. 1:13, 14)

Hubiese sido hermoso ver a la iglesia del Señor participar de la Palabra y del fundamento apostólico sin reservas, sin embargo la historia está llena de herejías desde el primer siglo hasta nuestros días. Por tanto el participar del mensaje de Cristo eficazmente incluye necesariamente la buena enseñanza doctrinal en la Palabra de Cristo dada por medio de los apóstoles.

2.-la Participación en la Comunión. La razón de llamar a este tema la “participación…”, obedece a la palabra usada en esta sección del pasaje; “en la comunión unos con otros”.

Una buena traducción para “koinonia” puede ser además de comunión, la palabra participación. Esto es lo que los primeros discípulos hacían respecto de los apóstoles, el escritor W. Partain lo dice de esta manera: “en los privilegios y actividades espirituales que aprendían de los apóstoles”. En este pasaje se menciona que los primeros creyentes participaban del partimiento del pan y de las oraciones. En el versículo 44 del mismo pasaje la Escritura dice que participaban de todas las cosas. Por tanto vemos un equipo de discípulos del Señor entrenados para participar de todo cuanto les era propio, amaban el compartir y el participar de la iglesia sin excepciones, amaban el andar juntos. El Apóstol Pablo decía al respecto Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor. Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer”. Cristo mismo dijo: “para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:21)

El mundo creerá al Mensaje cuando vea la Participación común del cuerpo de Cristo eficazmente.

3.- la Participación en la Oración. “y en las oraciones.” Juan Knox (1510-1572) solía pasar noches enteras en oración, y clamaba a Dios diciendo: “Dame a Escocia o me muero”. Y Dios le dio Escocia. Lo mismo sucedió con cada gran hombre de la historia eclesiástica, quienes registraban una vida de oración que cambió su realidad y puso sus nombres en lugares muy solemnes. Es una necesidad vital de cada creyente poder entrar en el privilegio de participar con Dios en su obra por medio de las oraciones, es vital porque nos mantiene pegados al Señor, es vital porque es la manera de llegar con nuestras necesidades delante de Aquel que se inclina con misericordia para darnos conforme a las riquezas de su gracia. El más grande de los ejemplos lo dejó nuestro Señor Jesucristo, (¿quién no puede reaccionar al ver una piedad tal?) que se levantaba de madrugada para estar en presencia del Padre (Mr 1.35) y que al ser bautizado oró (Lc 3.21) quien después de un día de trabajo se apartó para orar por la noche (Lc 6.12) y quien estando en su lecho de muerte oró al Padre pidiendo el perdón de sus ejecutores…

Los mismos discípulos del Señor tenían horarios de oración (Hch. 3.1) y lo hacían en compañía de otros hermanos.

Para pensar.

Es interesante que la gente escucha menos cada día, sin embargo hay algo que habla más fuerte que las palabras, el que estemos haciendo la voluntad de Dios en su Palabra, participando de la misma Gracia, de la misma Misericordia, el mundo no cree por nuestras palabras, pero sí le cree al Evangelio porque ve el poder que emana de la Escritura haciendo posible lo imposible, las personas ven a los hermanos verdaderos y su comunión verdadera y creen al Evangelio, además todos saben que Dios responde las plegarias de su pueblo, de hecho es muy recurrente que nos pidan orar por enfermedades, cesantía, pobreza, etc.

Dios nos ha dado una manera eficaz de participar de su mensaje de salvación, por medio de la doctrina sana, de la vida comunitaria con nuestros hermanos y de una piadosa vida de oración… ¿que esperamos?

martes, 27 de julio de 2010


La voluntad de Dios


Introducción

"Los evangélicos difieren de la mayoría de los católicos romanos y los liberales en que están constantemente tensos acerca de la dirección", dice J. I. Packer. "No hay ninguna otra preocupación que acapare más interés o despierte más ansiedad entre ellos en la actualidad que descubrir la voluntad de Dios"

Sé lo que quiere decir. ¿Cuántas veces me he preocupado por lo que debía hacer? ¿Y cuándo? ¿Y cómo? Varios lectores probablemente estén asintiendo con su cabeza ahora mismo. El deseo de hacer lo que Dios quiere para nosotros pasa, casi inadvertidamente, de un simple deseo a una inquieta ansiedad. Nos confrontamos con una decisión que debemos tomar, y cuando no viene ninguna solución rápidamente a la mente, buscamos a Dios para que nos diga qué debemos hacer. Cuando no aparece ninguna respuesta inmediatamente, comenzamos a entrar en pánico. O tal vez se nos ha enseñado que nuestros corazones son "desesperadamente malos", de forma que cualquier idea o deseo que tengamos nosotros simplemente tiene que ser contrario a lo que Dios quiere. ¡Así que descartamos esa posibilidad y buscamos la respuesta que debe ser correcta porque es exactamente lo que nosotros no querríamos hacer!

La experiencia de Packer es que "cuanto más fervoroso y sensible es un creyente, más probable es que él o ella esté confundido acerca de la dirección". Queremos hacer lo correcto, pero no estamos seguros de lo que debemos hacer o cómo debemos hacerlo. Y tememos las consecuencias de entenderlo incorrectamente.

¿Por qué nos preocupamos tanto por averiguar la voluntad de Dios? ¿Podría ser que tenemos una idea distorsionada de lo que es y de cómo encontrarla?

Una idea de la voluntad de Dios que encontramos frecuentemente en la iglesia es que Dios tiene un plan preparado para cada vida individual, y es nuestro deber descubrir lo que contiene y seguirlo. Si no logramos hacer exactamente lo correcto, probablemente tengamos que conformarnos con una segunda opción o algo peor. Y a varios de nosotros parece costarnos bastante averiguarlo. Garry Friesen llama a esto la "visión tradicional", pero Packer señala que esta "visión tradicional" no tiene más de unos 150 años.

¿Qué está pasando? ¿Acaso Dios nos hace participar de una gran "búsqueda del tesoro", hurgando aquí y allá, intentando buscar su voluntad esquiva antes que se acabe el tiempo? Bruce Waltke compara este punto de vista con "una versión del viejo truco del estafador, el juego de los tres vasos", en el que se coloca una piedra bajo uno de los tres vasos que se deslizan por la mesa para que la persona se confunda y pierda el rastro de dónde está la piedra. ¿Está Dios jugando juegos con nosotros? ¿O nos está hablando, pero somos duros de oídos?

Packer señala que esta perspectiva puede hacer que los cristianos se sienten de personas de segunda. "Tal vez no estés en el basural, pero estás en el estante", dice. También dice que esta perspectiva lleva al temor, haciendo que algunos eviten tomar decisiones por temor a equivocarse, u otros viven su vida con corazones cargados, creyendo que ya se equivocado la pata o están limitados a algo que no es lo mejor de Dios. Por supuesto, Dios debe estar entonces bastante molesto con nosotros.

Aparte de esto, Waltke cree que este punto de vista puede producir inmadurez, ya que no depende realmente de nosotros escoger, sino simplemente decir bajo qué vaso se encuentra la piedra.

¿Tiene sentido que Dios haga que sea tan difícil descubrir su voluntad? Esto no puede estar bien. Tal vez tenemos una comprensión errónea de lo que significa conocer la voluntad de Dios o aun qué es la voluntad de Dios.

La voluntad de Dios en la Biblia

En la Biblia, la "voluntad de Dios" se refiere a varias cosas. Puede significar el plan soberano y eterno de Dios, que se cumplirá independientemente de cualquier aceptación y participación conscientes de parte nuestra (Daniel 4:35; Efesios 1:9-11). No podemos deshacer la voluntad soberana de Dios. La frase también puede usarse para "describir el deseo o consentimiento de Dios; lo que Él quiere y es favorable para Él", según lo expresa Waltke. Esto incluye las leyes o instrucciones específicas de Dios que podemos elegir obedecer o desobedecer, o un deseo de Él para una situación específica, como cuando Moisés tuvo que arreglar disputas entre el pueblo de Israel (Éxodo 8:15, 16).

Por lo general, la "voluntad de Dios" en la Biblia se refiere a las leyes morales o mandamientos de Dios que tratan con los asuntos de la vida cotidiana. En el Antiguo Testamento leemos: "Dame entendimiento, y guardaré tu ley, y la cumpliré de todo corazón. Guíame por la senda de tus mandamientos, porque en ella tengo mi voluntad" (Salmos 119:34, 35), y: "El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón" (Salmos 40:8). Además de estas leyes generales, sin embargo, los profetas daban instrucciones relacionadas con temas específicos.

En el Nuevo Testamento vemos que Pablo da a los efesios instrucciones generales para no vivir como el mundo. Escribe: "Por tanto, no sean insensatos, sino entiendan cuál es la voluntad del Señor" (Efesios 5:17). Al instruir a los tesalonicenses acerca de la pureza sexual, escribe: "La voluntad de Dios es que sean santificados" (1 Tesalonicenses 4:3). Waltke resume varios pasajes cuando dice que "la voluntad de Dios es que usted sea santo, sabio, maduro, alegre, dedicado a la oración y sumiso".

¿Tiene Dios un plan específico para cada uno de nosotros? Sin duda lo tiene, porque ¿cómo podría hacer que toda la historia se dirija hacia el final que Él desea si las partes individuales quedaran indefinidas? Pablo se presenta como "apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios" (Efesios 1:1; 2 Timoteo 1:1). La pregunta es: ¿Nos dirá Dios qué hacer en cada situación específica? Y, ¿es cierto que hay una sola opción correcta?

Algunos fundamentos

Generalmente, cuando encontramos que estamos preocupados por la voluntad de Dios, ocurre en el contexto de la toma de decisiones. Hay varios elementos en el proceso de tomar una decisión. Antes de ver algunos de ellos, sin embargo, necesito establecer algunos fundamentos.

Primero, tenemos que reintegrar el concepto de conocer y vivir en la voluntad de Dios a toda la trama de nuestra vida. Es una cuestión importante para toda nuestra vida, y no solo para la toma de decisiones. Entender esto arroja una nueva luz sobre lo que significa la "voluntad de Dios".

Segundo, contra el punto de vista "tradicional" de la toma de decisiones, yo creo que no hay necesariamente solo una opción correcta con relación a las decisiones no morales. Asignamos a los diferentes elementos de la toma de decisiones su lugar debido en nuestra consideración, tomamos la mejor decisión que sabemos tomar, y confiamos en que Dios cumplirá su voluntad. A menos que haya una dirección indubitable de Dios de tomar un camino dado, tenemos la libertad y la responsabilidad de elegir.

Tercero, hay un cambio en la forma en que las personas buscan dirección entre la era del Antiguo Pacto y la del Nuevo Pacto. En tiempos del Antiguo Testamento, las personas usaban diversas formas de conocer la voluntad de Dios, incluyendo echar suertes, usar el Urim y Tumim, e interpretando sueños. Sin embargo, las cosas cambiaron luego de la llegada del Espíritu Santo. Bruce Waltke señala que "luego de Pentecostés, no hay ninguna instancia en que la iglesia buscó la voluntad de Dios a través de algunas de las formas de adivinación" encontradas en el Antiguo Testamento. "El Nuevo Testamento no da ninguna orden explícita de 'buscar la voluntad de Dios', ni podrá usted encontrar alguna instrucción específica sobre qué hacer para conocer la voluntad de Dios". Luego agrega: "Dios no administra su iglesia de la misma forma que administró al viejo Israel". En Hechos 1:24 leemos acerca de los apóstoles que echaron suertes para conocer la voluntad de Dios sobre la elección de otro apóstol para tomar el lugar de Judas, pero luego de esto "no hay ningún ejemplo de buscar o encontrar la voluntad de Dios explícitamente" registrado.

Cuarto, las buenas tomas de decisiones vienen de tener una relación estrecha con Dios, que se fomenta de diversas formas. Son aquellas mismas cosas que hacemos o debemos hacer rutinariamente que nos ayudan a tomar decisiones, cosas como aprender la Biblia, orar, estar en comunión estrecha con otros creyentes, etc. Hacemos la clase de cosas que trabajan en conjunto para conformarnos a la imagen de Cristo, y estas mismas cosas alimentan nuestra capacidad de tomar decisiones sabias a lo largo del camino.

Quinto y último, los elementos de la toma de decisiones no forman una especie de sistema prolijo y ordenado en el que los pasos específicos se dan en un orden específico, uno detrás del otro, de forma que, cuando llegamos al final, la decisión aparece de pronto. Cada elemento es sopesado junto con los demás, y algunos tienen más peso que otros. Por ejemplo, tanto mis deseos como la Biblia son elementos de la toma de decisiones. Pero la Biblia tiene más peso. A veces, alguno de los elementos podría inclinarnos a decir "no", pero la consideración de otro, de mayor peso, lo cambiará a un "sí". Esto forma parte del pensamiento sabio: entender el peso de cada factor usando la comprensión de Dios como norma.

Así que, ¿cómo encaramos la búsqueda de dirección para la toma de decisiones? Veamos algunos elementos de la toma de decisiones.

Elementos para la toma de decisiones

La Biblia

Romanos 12:2 dice que podemos "comprobar cuál es la voluntad de Dios" al renovar nuestra mente. Y esta renovación viene a través del conocimiento de su Palabra, iluminada por su Espíritu.

Al ser la Palabra de Dios nuestra autoridad final para la fe, es nuestra autoridad final para la práctica también. Es nuestra fuente más autorizada para conocer a Dios y su voluntad. Salomón dijo que sabríamos cómo vivir si seguíamos los mandamientos de Dios: "Cuando camines, te servirán de guía; cuando duermas, vigilarán tu sueño; cuando despiertes, hablarán contigo" (Proverbios 6:22). Waltke señala lo que Pablo dice acerca del propósito de las Escrituras: enseñar, reprender, corregir e instruir en la justicia. Es aquí donde aprendemos acerca de Dios y su obra, encontramos reprensión y corrección cuando nos apartamos, y descubrimos lo que constituye una vida de justicia. Esto incluye la parte de toma de decisiones de la vida.

Debido a la claridad de la Biblia en muchas cosas, tenemos una respuesta inmediata para una gran cantidad de decisiones que tenemos que tomar. Por ejemplo, ¡un hombre no necesita preguntar a Dios si es su voluntad que coquetee con la esposa del vecino! La Biblia es clara en esto.

Además de decirnos qué no hacer, la Biblia también tiene mucho que decir acerca de qué sí debemos hacer. Aprendemos acerca del amor de Dios y lo que significa para relacionarnos con otras personas y alcanzarlas. Aprendemos acerca del valor del mundo creado, del trabajo, de dar de lo nuestro, del dinero. Aprendemos acerca del proyecto general de Dios (la redención), y vemos cómo nosotros podemos ser modelos de un amor redentor en nuestro mundo de hoy.

Los deseos de nuestro corazón

Otra fuente para obtener dirección son los deseos de nuestro corazón. ¿Le sorprende? Salmos 37:4 dice: "Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón". Deleitarse en Él involucra querer lo que Él quiere, modelar nuestros deseos de acuerdo con los suyos. Esto viene de caminar cerca de Él.

¡Dios nos da talentos y capacidades por una razón! Si estas cosas son honorables y útiles para el reino de Dios, ¡no deben ser rechazados simplemente por temor a que Dios podría no gustarle que hagamos algo que disfrutamos! Como dijo un hombre, podemos "amar a Dios y hacer lo que queremos" cuando caminamos cerca de Él, porque lo conocemos a Él y las cosas que Él desea.

Oración y meditación

Caminar cerca de Dios solo puede ocurrir mediante la oración constante. Este es otro elemento significativo de nuestra toma de decisiones. Mediante la oración, nos forzamos a mantenernos en sintonía con Dios. Nuestra oración es alimentada por un conocimiento y una meditación en su Palabra. A veces, las decisiones sabias se vuelven claras cuando las distracciones se dejan de lado y permitimos a nuestra mente enfocarse y hacer su trabajo sin interrupciones. Oramos acerca de temas específicos, pero también oramos pidiendo comprensión en general. Pablo oraba para que los colosenses pudieran conocer la voluntad de Dios "en toda sabiduría e inteligencia espiritual" (Colosenses 1:9). A todos los que piden creyendo, como dice Santiago, esta sabiduría será dada "abundantemente y sin reproche" (Santiago 1:5).

La guía del Espíritu

Un elemento muy importante para conocer la mente y la voluntad de Dios es el ministerio del Espíritu Santo en nuestra vida. Su presencia dentro de nosotros es una de las principales diferencias entre nosotros y los santos del Antiguo Testamento. Esto, creo, es significativo con relación a conocer la voluntad de Dios.

Una forma en que el Espíritu nos ayuda a conocer la voluntad de Dios es lo que llamamos iluminación, el medio que usa para ayudarnos a entender el significado más profundo de la Biblia. Otra forma es trayendo cosas a nuestra consideración. J. I. Packer habla de "codazos" del Espíritu, o "centrarse en una inquietud" (ver Hechos 17:16). "Cuando decimos que tenemos una 'visión' o una 'carga' por algo", dice, "nos estamos refiriendo a una impresión. Cuando nuestra preocupación es realmente bíblica, estamos en lo correcto si consideramos que nuestra impresión es un codazo del Espíritu Santo".

A veces, los cristianos dicen que el Señor les "dijo" que hicieran algo. Si bien no podemos -ni queremos- definir los límites de cómo Dios puede guiarnos, podemos aprender de la Biblia lo que podríamos esperar. Quienes dicen que Dios da revelaciones especiales de su voluntad a veces se refieren a situaciones como la experiencia de Pablo en el camino a Damasco, o de Pedro, en el techo de Simón el curtidor, donde se enteró que hubo un cambio en las leyes alimenticias. Pero note que estas revelaciones especiales llegaron sin buscarlas; no vinieron en respuesta a un deseo de conocer la voluntad de Dios. Bruce Waltke nota que "no hay ningún lugar en el Nuevo Testamento donde se nos enseñe a buscar una revelación especial" de Dios. Pablo pasa una buena cantidad de tiempo enseñando a la iglesia cómo hacer la voluntad de Dios. Uno esperaría que se dé al menos alguna atención a buscar la voluntad de Dios mediante una palabra directa del Espíritu a personas, si es así como obra Dios típicamente. Pero no hay nada. De nuevo, la pregunta no es si Dios puede hablar de esta forma, porque sin duda lo puede hacer. Estamos hablando acá de la norma, de lo que podemos esperar de Dios en el curso normal de la vida.

¿Qué debemos hacer si creemos que el Espíritu está hablándonos directamente? Packer cree (y yo estoy de acuerdo) que "las impresiones deben ser verificadas rigurosamente mediante la sabiduría bíblica, la sabiduría corporativa de la comunidad creyente así como la sabiduría personal. Si esto no se hace", continúa, "se permitirá que las impresiones que están arraigadas en el egoísmo, el orgullo, el terco irrealismo, la fantasía de que la irracionalidad glorifica a Dios, sentir que algún ser humano es infalible, o conceptos erróneos similares, pasen por algo dado por el Espíritu".

La iglesia

Al hablar de la sabiduría corporativa, el consejo de otros es un elemento importante para tomar decisiones. "Donde no hay dirección sabia, caerá el pueblo; mas en la multitud de consejeros hay seguridad", leemos en Proverbios 11:14. Este tipo de consejo se encuentra principalmente en la iglesia, porque es la iglesia la que es responsable de hacer la voluntad de Dios en la tierra. A veces podemos encontrar buenos consejos, en algunos asuntos, de no cristianos. Pero cuando estamos pensando en las principales decisiones de la vida, buscamos en la iglesia, donde deberíamos poder encontrar personas que comparten nuestras creencias cristianas, que tienen la mente de Cristo, y que son maduros en la sabiduría piadosa. "La dirección personal", dice Packer, "cuando creemos haber recibido un codazo interior del Señor, necesita ser verificado con creyentes que son capaces de reconocer el irrealismo, el engaño y la necedad cuando los ven".

No solo podemos encontrar dirección para tratar con ideas que tenemos, sino también la iglesia es un canal para que el Espíritu nos llame a hacer algo nuevo. A través de la iglesia, el Espíritu llamó a Pablo y Bernabé a ser misioneros (Hechos 13:2, 3). En la comunión de los creyentes tenemos un lugar donde descubrir las capacidades que tenemos y ponerlos en uso, y ser llevados a lugares donde nunca pensamos que iríamos.

La providencia

La providencia de Dios es otro elemento del proceso de toma de decisiones. Este es el trato directo de Dios en su mundo en general y en nuestras vidas en particular; su gobierno soberano del mundo. Gracias a la providencia de Dios, las estrellas permanecen en sus órbitas y la lluvia riega la tierra. Mediante su providencia especial, "la mano de Dios es 'visible' en un sentido para los cristianos que han visto a todas las piezas de uno o más rompecabezas de la vida caer en su lugar de una forma muy especial".

A menudo, las cosas parecen ocurrir simplemente en nuestra vida por azar. Por lo general, vemos el Señor obrando al mirar hacia atrás. Por "casualidad" usted se encuentra con alguien que resulta ser un recurso valioso para algún proyecto en el cual está trabajando. Sin pensarlo, usted dice algo alentador a alguien que justo ese día iba a renunciar a su trabajo por un sentido de desesperanza, y ella lo reconsidera. Solo una semana atrás, un pastor me contó acerca de cierto conferencista que iba a tener en su iglesia el año siguiente. Le conté acerca de algunas cosas que el hombre había escrito que tal vez él no conocía, que podría indicar que el conferencista no era una buena elección. Luego de decírselo, dijo que nuestra conversación era providencial. Investigó el tema por su cuenta y estuvo de acuerdo conmigo.

Debemos hacer sonar una nota de advertencia aquí. Es posible interpretar erróneamente los sucesos de nuestra vida, llevándonos a pensar que Dios está haciendo algo cuando en realidad está haciendo otra cosa. Como ocurre con los demás elementos de la toma de decisiones, nuestras interpretaciones deben ser consideradas a la luz de los demás elementos.

Dado que el plan soberano de Dios se hará, no nos corresponde a nosotros hacer que ocurra conscientemente. Sin embargo, al estar conscientes de cómo obra Dios, tenemos pistas acerca de cómo tomar decisiones. También crecemos en nuestra fe al ver combinarse planes que le hemos presentado a Dios, y aprendemos a relajarnos en su control de nuestra vida.

Sabiduría

La sabiduría es un elemento importante de la toma de decisiones que opera a lo largo de todo el proceso. Garry Friesen denomina su comprensión de las tomas de decisiones bíblicas "el camino de la sabiduría". Pablo escribió: "Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios sino como sabios" (Efesios 5:15).

La sabiduría es fundamentalmente un rasgo de carácter. Un escritor señala que "el énfasis principal de la sabiduría en el Antiguo Testamento era un código de conducta moral . . . una forma de pensar y de conducta que es ordenada, sensible socialmente y moralmente recto". Este tema se continúa en el Nuevo Testamento. Por ejemplo, en la oración de Pablo pidiendo que obtengamos "sabiduría e inteligencia espiritual" para que "andemos como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra" (Colosenses 1:9, 10). Podríamos definir a la sabiduría como "un ordenamiento correcto de la vida de acuerdo con la naturaleza y la voluntad de Dios".

Santiago nos dice que, si pedimos sabiduría creyendo, la recibiremos (Santiago 1:5-8). Pero note que "sabiduría" no es lo mismo que una "respuesta sabia". No tendremos que crecer en sabiduría si Dios nos dice todo lo que tenemos que hacer. Siempre seríamos como niños que tienen que ser conducidos. Si entendemos el carácter de Dios y caminamos cerca de Él, aprendiendo a pensar con la mente de Cristo, creceremos en nuestra capacidad de tomar decisiones sabias.

Fe

Finalmente, llegamos a la fe, un elemento que es esencial en todas las áreas de la vida cristiana. Todas las cosas que hace un cristiano deben ser hechas en fe. Pablo dice que lo que no proviene de fe, es pecado (Romanos 14:23). Recuerde que Santiago dijo que debíamos pedir sabiduría con fe (1:6). La fe nos permite descansar, no estar ansiosos, creer que a Dios le importa y está en control.

Aprendemos y vivimos la vida cristiana, caminando cerca de Dios, creciendo en sabiduría. En momentos de decisión, la sabiduría escoge el mejor curso mientras la fe descansa en las promesas de Dios para guiarnos y estar con nosotros. Decidimos un curso de acción, y la fe nos lleva adelante.

Resumen

Resumiendo, entonces, conocer la voluntad de Dios significa fundamentalmente conocerlo a Él y lo que le agrada a Él. Si bien en ocasiones podría haber una dirección inusualmente clara de Dios, en la mayoría de los casos tomamos decisiones basados en la información que obtenemos a través del curso normal del discipulado, unidas en sabiduría espiritual, confiando en que Dios cumplirá su voluntad, y descansando en esa confianza.

Rick Wade (autor de diferentes documentos de gran relevancia teológica, siendo Bachiller en Comunicaciones y obteniendo una Maestría en Pensamiento Cristiano)

viernes, 23 de julio de 2010

CAÍN, EL AMADO DE DIOS


Al pobre Caín le ha tocado una prensa fatal. Es como esos dirigentes políticos que ya no importa lo que digan, porque los reporteros tienen decidido reducirles al ridículo.
¿Conoces a alguien con el nombre «Caín»? Yo conozco a varios «Abel», pero a ningún «Caín». Pero el Abel de la Biblia resulta mucho menos interesante que Caín. Abel es una de esas personas con las que nos cuesta un poco identificarnos, que siempre todo les ha salido bien, que de niños recibían el cariño especial de los profesores y sus padres les compraban los mejores juguetes, que no tienen ningún complejo ni trauma ni neurosis.
Pero el cuarto capítulo de Génesis no le está dedicado a Abel sino, con justicia, a Caín; al imperfecto y acomplejado Caín que es, crimen de más, mala intención de menos, como tú y como yo.
Un día a Caín se le ocurre una idea. Ya que Dios ha sido tan bueno con él, dándole buenas cosechas, enviando la lluvia a su tiempo y el calor del sol necesario… ¿por qué no darle una ofrenda a Dios? ¡Una ofrenda voluntaria, una expresión de gratitud, un regalo de amor! Esto suponía, está claro, un sacrificio. Con todo el trabajo que le ha costado labrar la tierra y cosechar su fruto, es admirable su disposición espontánea de darle parte de la cosecha a Dios.
Caín tiene entonces el privilegio de aprender algo acerca de la naturaleza de Dios. Descubre que Dios, a los que le expresan devoción, les exige pureza e integridad total. A Dios no se le compra con un regalito. Dios es celoso; te requiere íntegro. Dice en el versículo siete que lo que Dios requiere es que Caín haga el bien. Así. «El bien», punto. «Dejémonos de pequeñas muestritas, Caín —pareciera decir Dios—. Si me quieres agradar, toda tu vida ha de ser para mí; has de ser perfecto en tu bondad. No puedes vivir a tu aire, despreciando a tu prójimo, dedicándote a tu prosperidad personal… y luego suponer que me vas a agradar con un regalito».
Con Abel no pasa lo mismo. Abel ve que su hermano ha tenido la ocurrencia de hacerle un regalo a Dios, y le parece genial. No lo piensa, no lo calcula. Es un hombre sencillo, que ve algo que está bien y lo hace. Dios acepta este gesto de humildad de Abel. El autor no nos dice por qué Dios acepta la ofrenda de uno y no del otro. Es posible que sea éste uno de esos casos en los que Dios exige más, del que tiene mayores posibilidades. Y no me refiero aquí a lo material, sino a la persona misma. Caín es un hombre con futuro, con tremendas posibilidades. Es un hombre con el que Dios habla, un hombre al que Dios se molesta por corregir e instruir. Fundará una ciudad, y de su civilización surgirán grandes artistas, la tecnología metalúrgica; notables progresos para la humanidad (Génesis 4.17,21,22).
Dios habla con Caín. Si, Dios habla con Caín. Dios viene a él en medio de su enfado, de su ira, en medio de sus sentimientos de desilusión e inferioridad ante el rechazo de su ofrenda. Y Dios le hace ver la realidad que ve Dios, más allá del momento actual. Cuando Caín se deja vencer por su amargura ante el fracaso y la humillación, Dios tiene otra perspectiva, otra realidad que ofrecerle. Es la realidad de la santidad: «Haz el bien». Dios le dice: «¿Por qué te enfureces y andas cabizbajo? Cierto, si obrases bien, seguro que andarías con la cabeza alta; pero si no obras bien, el pecado acecha a la puerta» (Génesis 4.6,7 NBE). La frase que sigue en el hebreo original se presta a diversas interpretaciones. Hasta sería posible entender aquí una promesa como: «Pero los deseos de Abel quedarán subordinados a ti, y tú gobernarás sobre él». Fuere esto como fuere, vemos aquí la maravillosa misericordia de Dios. Al que está con el ánimo por el suelo, Dios le expresa el evangelio(es decir, «noticias que dan alegría») de una nueva realidad. La posibilidad de superar el momento difícil mediante las buenas actitudes y buenas obras en relación con el prójimo.
Lo trágico es que Caín elige dejarse llevar por los sentimientos del momento. Como Adán y Eva, prefiere creer la mentira tentadora antes que la palabra de Dios. Prefiere creer que con quitar de en medio a su hermano solucionará su propio complejo de inferioridad.
Pero aún allí, en medio de su pecado, Dios sigue cerca suyo. Dios no le abandona. Caín sigue oyendo la voz de Dios. Dios se compromete a protegerle de las consecuencias de su propio mal. A Dios no le resulta agradable destruir a los hombres, ni siquiera cuando se lo merecen. Y Caín, el primer asesino, (o sea el prototipo de todos los asesinos) queda librado de la pena capital. Dios da a entender así, que la pena capital no soluciona nada. Que la venganza de sangre es añadir otra tragedia a la primera. Dios revela así su propia naturaleza. El tiene especial consideración por los pecadores; no deja de amar a los que se rebelan contra él.
¿Y no ha sido esa nuestra propia experiencia de Dios; la experiencia de los que hemos errado en nuestra propia maldad pero a quienes un día nos alumbró la misericordia de Dios mediante su Hijo Jesús? Hasta el día de hoy yo, Caín también, envidioso y rebelde, asesino por naturaleza si no en la práctica, vivo gracias al perdón divino otorgado a los que siguen a Jesús.
La esperanza de reconciliación está en la hermandad. El relato de Génesis nos dice que Abel y Caín se dedicaban a distintas actividades. Uno era agricultor y el otro pastor. Es posible que esta información haya sido puesta para indicarnos una diferencia de perspectiva personal entre ellos. Sus gustos, su trabajo, aquello que les da satisfacción es distinto. De ahí pueden surgir a veces la incomprensión y el desprecio por el prójimo. Nos cuesta comprender y aceptar profundamente al que es distinto, al que le da importancia a cosas que nosotros consideramos de poco valor. Pero a pesar de las diferencias que puedan surgir entre los hombres, por su cultura, por su nacionalidad, por sus capacidades naturales, por sus valores, el narrador de Génesis les llama hermanos. Sigue habiendo entre ellos, a pesar de las diferencias, una unidad y semejanza tal, que sólo la palabra «hermano» la puede expresar.
Y es ésta la única esperanza en los conflictos. La de reconocer en el que nos resulta incomprensible y antipático, a un hermano.
Hoy también el odio, la desconfianza, la predisposición hacia el homicidio están en todas partes. Nuestro mundo está dividido entre facciones y rivalidades culturales, sociales y económicas. Nos parece perfectamente lógico y normal el odio entre comunistas y capitalistas, entre Primer y Tercer Mundos, entre Occidente y Oriente, entre surafricanos negros y blancos, entre musulmanes, judíos y cristianos en el Levante. La historia de Caín y Abel está escrita para nosotros. Nos dice que somos todos «hermanos». Capitalistas y comunistas, occidentales y orientales, seamos del «mundo» que seamos, hay una realidad fraternal que sobrepasa la desconfianza e incomprensión mutua. En algún momento tiene que cesar la guerra y la rivalidad. En algún momento tenemos que estar dispuestos a dejar de vengar la sangre derramada. Una sola esperanza sostiene al mundo: Que Dios nos haga capaces de ver que nuestra hermandad importa más que nuestras diferencias.
Que hoy, también, permitamos a Dios proteger al «malo» de la venganza de los «buenos».
[Dionisio Byler, 1988, Como un grano de mostaza, capítulo 4, pp. 37-41]

martes, 20 de julio de 2010

El Fruto del Espíritu (Biblioteca Reformada)


EL FRUTO DEL ESPÍRITU
Y LAS OBRAS DE LA CARNE
(Este es un trabajo realizado en la biblioteca reformada, espero que el compartirlo sea de provecho para quien le tome trabajo leerlo)

1. Interrelación de la fe, el amor y las buenas obras

El que la Ética del Evangelio no sea una Ética de obras, no quiere decir que no tenga en cuenta las buenas obras, puesto que la Ética es una ciencia de la conducta, y la con¬ducta es una determinada línea de acción. Es cierto que la salvación (tanto la justificación legal como la santificación moral) es de gracia mediante la fe; por lo tanto, no es por obras (Ef. 2:8-9), pero sí es para obras buenas, aunque esas obras son fruto del Espíritu de Dios (Rom. 8:14; Gal. 5:22), preparadas desde la eternidad para que anduviésemos en ellas, puesto que, en lo espiritual, somos creados de nuevo en Cristo (Ef. 2:10), es decir, hechura total de Dios desde la nada de nuestra incapacidad y de nuestra inutilidad; más aún, desde el bajo cero de nuestra miseria y de nuestro pecado (Rom. 5:5ss).
Usando, pues, de la misma terminología metafórica del Nuevo Testamento, podemos comparar la vida espiritual a un árbol (Mt. 7:17; 12:33; Le. 6:45-44), cuya raíz es la fe que se hunde en Cristo (Col. 2:6-7: "arraigados... en EF), con humildad (vocablo que proviene, como hombre, del latín humus - tierra laborable) y obediencia (Rom. 1:5), entre¬gándose a Cristo y recibiéndole como Salvador (Jn. 1:12), o sea, por la fe nos apoyamos en Otro, nos confiamos a Otro, nos entregamos totalmente a Otro, y recibimos personal¬mente a Otro, que es Jesucristo, para ser, por El, salvos, libres, consagrados y efectivos. Chupando de ese Salvador la savia de la vida (Jn. 10:14; 14:16; 15:lss.), por medio de esa raíz de la fe, nuestro árbol espiritual da frutos de vida eterna, obras buenas agradables al Señor. De la misma mane¬ra que los frutos no dan la vida al árbol, sino que manifiestan la vida del árbol, así también nuestras buenas obras, fruto del Espíritu, no nos salvan, pero son una clara manifestación de la salvación adquirida. Así se soluciona la aparente contra¬dicción entre Pablo (Rom. 3:28, por ej.) y Santiago (2:17). Pablo habla de la inutilidad de las obras de la Ley para justificarnos ante Dios, mientras que Santiago habla de las buenas obras del creyente como justificación ante los demás de la genuino de muestra fe.

2. Nuestra justicia moral es fruto del Espíritu Santo

Por Gal. 5:5, vemos que nuestra fe no obra por sí sola, sino que aguarda por fe la justicia esperada. Es Dios quien obra en nosotros el querer y el hacer (Flp. 1:6; 2:13), por su Espíritu. Analicemos más en detalle esta obra del amor de Dios en nosotros; subamos hasta la fuente:

A) Las personas divinas se constituyen por la mutua entrega 19. El Espíritu Santo es, dentro de la Deidad Trina, el fruto y el vínculo de la mutua entrega del Padre y del Hijo (V. Jn. 15:26; 16:13-15 "... oyere"; 17:21 —está im¬plícito en la mutua comunión del Padre y del Hijo—; 2.a Cor. 13:14; 1.a Jn. 1:3, también implícito en la "koinonía")-
B) Por ser el Amor Personal de Dios, el Espíritu Santo tiene a su cargo la tarea de derramar el amor de Dios en los corazones de los creyentes (Rom. 5:5), puesto que la tarea de la salvación del hombre es una obra de misericordia y, por tanto, del infinito amor de Dios. Siendo Amor, el Es¬píritu nos transmite la gracia (cháris) como un favor inmere¬cido que nos confiere la justicia por fe, siendo miserables pecadores (Ef. 2:8), y nos confiere esa misma gracia como poder (dynamis) para suplir nuestra debilidad (2.a Cor. 12:9) en la tarea de nuestro progreso espiritual o santificación moral. Gal. 5:5-6 =on versículos clave: el original nos dice que "aguardamos con anhelo la futura salvación que nuestra justificación comporta, viviendo de fe por medio del Espíritu "pnéumati" (v. 5). Por medio del Espíritu, "la fe se energiza a sí misma, o sea, toma fuerza de, y obra por, el amor" (v. 6).
C) Siendo el Espíritu el Amor Personal de Dios, el primer fruto de su obra en el corazón del hombre es también amor. Como todos los dones vienen del Padre (Sant 1:17) por medio de El (1.a Cor. 12:4), su primer don es el amor. No puede ser de otro modo, porque, como agudamente ad¬vierte Tomás de Aquino, el primer don genuino de todo sin¬cero donante tiene que ser el amor, pues cuando no va por delante la entrega del corazón, se adivinan en el regalo tur¬bias intenciones y entonces se desprecia el regalo y al dador. Como el amor de Dios es sincero (1.a Jn. 4:16), su primer regalo, su primer don y a la vez el primer fruto de su Espíritu, es el amor. Sólo tras el amor, puede haber verdadera entrega y auténtica consagración al amado (Jn. 3:16; 13:1; Rom. 5:8; 13:8; Gal. 2:20; Ef. 5:25, etc.; siempre precede el amor a la entrega).
D) Por eso, la libertad del amor, que es la del Espíritu (2.a Cor. 3:17; Gal. 5:13) siempre produce buen fruto de esa óptima raíz del amor, como dice Agustín de Hipona 20. Gal. 5:13-15 nos advierte que la verdadera libertad se expresa en un amor que lleva a servirse mutuamente, en vez de mor¬derse, lo cual es propio de la envidia 21. El amor nos da li¬bertad, pero no para el pecado, porque la servidumbre del pecado es la básica esclavitud del hombre (Jn. 8:34); el verdade¬ro creyente sólo es siervo del Omnipotente; por eso, posee la suprema libertad con el que todo lo puede. Nuestra li¬bertad es suprema, pero está condicionada por nuestra car¬nalidad; por eso, no debe hallar en la carne su "aphormé", es decir, su base de operaciones militares (Gal. 5:13) contra el espíritu (vv. 15-17).

3. ¿Monergismo, sinergismo o energismo?

De intento hemos subrayado la preposición en al citar Flp. 2:13 al comienzo de este punto, porque allí vemos la solución al problema teológico sobre la forma de nuestra cooperación a la gracia de Dios, que Pablo expresa en 1.a Cor. 15:10 de la siguiente manera: "Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos (los demás apóstoles.) PERO NO YO, SINO LA GRACIA DE DIOS CONMIGO". En este versículo, Pablo afirma que todo lo que él es y hace, como creyente y como apóstol, tiene su ori¬gen y fuerza en la gracia de Dios. Pero esa gracia de Dios no cayó en vano sobre él, como semilla en el camino o en tierra pedregosa, sino en buena tierra, que produce el ciento por uno. Hubo, pues, una cooperación —subalterna y promo¬vida por la gracia, pero verdadera— de Pablo a la gracia de Dios. La iniciativa era, pues, de la gracia; pero no actuaba la gracia sola; por eso añade: "No yo, sino la gracia de Dios CONMIGO"
¿Qué clase de cooperación es ésta? Pueden darse tres clases de explicaciones:

A) Monergismo. Este vocablo viene del griego "monos" = único, y "érgon" = obra, y da la siguiente explicación: El único agente de nuestra santificación y de nuestra conduc¬ta ética en todos sus aspectos es Dios, quien obra a través de nosotros. Así el creyente viene a ser un instrumento (o un lugar de trabajo) del Espíritu, único agente principal de todo lo bueno que hacemos. Esta es la opinión de Lutero, con sus seguidores "ortodoxos", y de la mayor parte de los cal¬vinistas. Creemos que esta posición no es bíblica, pues reduce la humana responsabilidad (tan enfatizada en las exhortacio¬nes del N. Testamento), al hacer del hombre un mero instrumento de la gracia. Además, su base filosófica es falsa. No olvidemos que Lutero se había formado en el nominalismo, sistema filosófico que no advertía la diferencia entre causa primera y causa principal. Es cierto que Dios es la causa primera de todo ser y, por tanto, de todo el ser o perfección que comporta la acción ética; pero el agente humano es la causa principal (aunque secundaria) y, por ello, el único responsable de la cualificación moral de sus actos.
B) Sinergismo. Este término procede del griego "syn" = con, y érgon" = obra, y ofrece la siguiente solución: Dios y el hombre (la acción del Espíritu y la acción del libre albedrío humano) cooperan de forma paralela: Dios pone su gracia salvífica, y el hombre la acepta (o la rechaza) en uso de su libertad. Así opina el arminianismo radical (parecido al molinismo católico, con su "concurso simultáneo"). Este sistema tampoco está fundado en el N. Testamento, donde siempre vemos que todo es de gracia y todo procede de la iniciativa de Dios (cf., además de los textos citados arriba, por ej. 2.a Cor. 3:5).
C) Energismo. Creemos que ofrece la correcta explica¬ción, de acuerdo con la Palabra de Dios, y es la siguiente: Dios, con su gracia y la acción de su Espíritu, pone en el hombre todo el poder necesario y suficiente para el ser y la calidad cristiana de su acción ética; y el creyente, como un agente responsable —no como mero instrumento de la gracia divina— coopera libremente con docilidad y obediencia.

4. Se trata de UN SOLO FRUTO

Gal. 5:22 nos habla en singular del "fruto" del Espíritu, en contraste con el plural "obras" del vers. 19. La razón es que las obras de la carne son muchas, porque son efecto de nuestro extravío por multitud de caminos (Is. 53:6), y producen desintegración, mientras que el Espíritu Santo nos trae por un solo Camino (Jn. 14:6) y, al injertarnos en Cristo (Rom. 6:5), produce en nosotros un conjunto de bue¬nas disposiciones que vienen como en racimo, equilibrándose mutuamente y estableciendo en nuestro espíritu una correcta relación en las tres dimensiones de nuestra actividad ética, con un triple fruto en cada una de esas tres dimensiones (Gal. 5:22-23):
A) Amor a Dios, Gozo en Dios, Paz con Dios. La pri¬mera tríada nos ofrece un conjunto de valores inalienables (que nadie nos puede arrebatar) e inalienantes (que no nos enajenan, sino que nos proporcionan la verdadera cordura).
B) Longanimidad ("makrothymía" = constancia pacien¬te, no el mero aguante de la "hypomoné"), benignidad ("chrestótes", de "chrestós" = útil, de provecho) y bondad (obrar bien en favor de los demás; ya se trata de la acción, mientras que la "chrestótes" indica la disponibilidad). Esta tríada se refiere a nuestras relaciones con el prójimo.
C) Fe (en el sentido de ser de fiar "pistos"), manse¬dumbre (propia de los humildes, de los "anawim" o pobres de Yahveh, Mt. 5:3-5) y templanza (la "enkráteia", o sea, el dominio de sí mismo o auto-control). Estas tres virtudes se refieren a la relación del creyente consigo mismo.
Tres cosas son de notar en esta lista: Primera, su orden (comp. con Ef. 5:9; Col 3:12-15; Tito 2:12; 2.a Ped. 1:4-7. En esta última, aparece un orden inverso, desde la templanza al amor, porque arranca también del punto contrario al Espíritu, que es la "corrupción que hay en el mundo", del vers. 4). Pasemos a examinar cada uno en particular:
(a) Amor ("agápe"). Sale 62 veces en las epístolas pau¬linas. El amor del cristiano tiene que ser del mismo tipo que el de Dios (Ef. 4:32). Pablo mismo da ejemplo de este amor en los casos del transgresor de Corinto (2.a Cor. 2:6) y de Onésimo (epístola a Filemón). También exhorta a todos a un tal amor para con los pecadores (Gal. 6:1). Su fuente es siem¬pre el verdadero amor a Dios (1.a Jn. 5:2).
(b) Gozo ("chara"). Sale 19 veces en Pablo. Se define como gozo en el Espíritu Santo (Rom. 14:7) y en el Señor (Flp. 4:4). De los vers. siguientes se deduce que implica la confianza en Dios y la ausencia de preocupación carnal.
(c) Paz ("eirené"). 33 veces. Es consecuencia del per¬dón de los pecados y de una conciencia limpia (Rom. 5:1); es producto de la confianza en el Señor (Flp. 4:7) y también norma de las relaciones sociales (Rom. 12:18).
(d) Longanimidad ("makrothymía"). 6 veces. Es un atributo de Dios según Rom. 2:4. Implica ser, como Dios, "tardo para la ira", soportando la conducta perversa de parte de otros, sin airarse ni desear la venganza (Ef. 4:2; Col. 3:13).
(e) Benignidad ("chrestótes"). 6 veces, con referencia a los creyentes y 5 veces con referencia a Dios. Apunta hacia la bondad de corazón, y se muestra en particular con las personas necesitadas (pobres, niños, esclavos, etc.).
(f) Bondad ("agathosyne"). 4 veces. Sólo Pablo usa este término en el N. Testamento. Contiene la idea de noble¬za (V. Rom. 5:7) y es una combinación de justicia y amor.
(g) Fe ("pístis" en sentido de fidelidad o "ser de fiar"). 87 veces como virtud cristiana.
(h) Mansedumbre ("praytes"). 4 veces. Significa, en realidad, un espíritu de sacrificio de los propios derechos en bien de los demás, como el ejemplo que da Pablo al renunciar a su derecho de vivir a expensas de los creyentes a quienes ministraba (1.a Cor. 9:18). Romanos 14 es toda una diser¬tación sobre esta virtud.
(i) Templanza ("enkráteia"). 1 vez. Es el dominio de los deseos e impulsos carnales, por el Espíritu Santo (Gal. 5:23-24). Es todo lo opuesto a la vida pagana descrita en Ef. 2:3.

Vemos cómo la lista arranca de lo más íntimo (el amor) y termina en lo más externo (el control de sí mismo en cada situación).
La segunda observación que queremos hacer sobre esta lista es que el fruto del Espíritu Santo, consecuencia de de¬jarse llenar del Espíritu (Ef. 5:18) es equivalente a ir asiendo cada vez más de Cristo (posesión nuestra de Cristo, posición de Cristo en nosotros por Su Espíritu, Rom. 8:29), como fuimos asidos por El (posesión que Cristo toma de nosotros, posición nuestra en Cristo), según la enérgica expresión de Pablo en Flp. 3:12. El fruto, que comporta nuestra san-tificación (Rom. 6:22), es por fe, como la justificación. Por eso, el vers. 25 de Gal. 5 dice: "5/ vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu" (comp. con Col. 2:6).
La tercera, importantísima, observación sobre esta lista es la que Pablo mismo hace al concluirla: "contra tales cosas no hay ley". Como si dijese: Quien tiene este fruto del Espí¬ritu, tiene la verdadera libertad, no necesita ninguna ley, pues¬to que la función de la ley es restringir, mientras que este fruto surge incontenible de la misma acción del Espíritu y se desborda desde el amor, cumpliendo de sobra y rebasando todas las obligaciones que la Ley pueda imponer.

5. Las obras de la carne

Ya hemos dicho que las obras de la carne (Gal. 5:19-21) aparecen en plural, porque son muchas, tanto por su disper¬sión como por su obra destructora. Se trata del cumplimiento del deseo de la carne, del que se habla en los vers. 16-17, y que se opone al deseo del Espíritu (comp. con Rom. 8:4-15). La lista comprende específicamente 15 pecados ("y cosas se¬mejantes a éstas" vers. 21) distribuidos en cuatro áreas:

A) Área del sexo: "pornéia" = fornicación en general (nuestra R.V., como la A.V. inglesa añaden, por su cuenta, "adulterio" antes de "fornicación); = "akatharsía" = inmun¬dicia, que fácilmente puede apuntar hacia la homosexualidad; y "asélgeia" = lascivia, que comporta insolencia y exhibicio¬nismo.
B) Área de la religión: "eidololatría" = idolatría, que implica la adoración de vanidades (de "éidos" = figura, y "hólos" = entero; o sea: meras figuras) y "pharmakéia" = hechicería o brujería, uso de artes mágicas con el empleo de "fármacos", palabra griega que lo mismo indica droga me¬dicinal que brebaje mágico o "filtro".
C) Área social: "échthrai" = enemistades; "éris" = discordia; "zélos" = celos de envidia; "thymói" = iras de mal genio; "erithéiai" = rivalidades; "dichostasíai" = divisio¬nes; "hairéseis" = sectas, en sentido de partidismo (comp. con 1.a Cor. 1:11-13; 3:3-4); "phthónoi" - envidias, en el sen¬tido primordial de malevolencia.
D") Área de la orgía: "méthai" = borracheras; y "kó-moi" = orgías (no según la etimología del vocablo: "orgé" = cólera), en el sentido griego de fiesta popular con cantos y danzas por la calle: una especie de carnaval, con cantos y bailes sin control, comportando cierta inconsciencia que in¬duce a faltar a los demás.